- El INBA recordó al arquitecto mexicano de origen alemán en el centenario de su nacimiento y a 25 años de su fallecimiento
- Con el Museo El Eco, Goeritz buscó dar espacio al arte totalizador: Lily Kassner
- Su obra, referente en la Ciudad de México y otras urbes: Felipe Leal
En una celebración de vida y un ejercicio de reflexión acerca de una de las presencias más importantes en el paisaje urbano mexicano se convirtió el homenaje que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) rindió al arquitecto, artista plástico, docente y teórico Mathias Goeritz, a 25 años de su muerte y en el centenario de su nacimiento.
La ceremonia se llevó a cabo la noche del lunes 18 de mayo en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes, con la presencia de la directora general del INBA, María Cristina García Cepeda, y con la participación de los especialistas Lily Kassner y Felipe Leal, amigos y colaboradores del artista mexicano-alemán.
Xavier Guzmán Urbiola, subdirector general de Patrimonio Artístico Inmueble del INBA, al dar la bienvenida, explicó que la institución decidió hacer este homenaje con la finalidad de analizar y reivindicar la obra, el legado y la capacidad de un creador “difícil de encasillar por la multiplicidad de sus intereses artísticos.
“Es indispensable volver a Goeritz para entender la relación de las artes plásticas con la arquitectura y otros campos de las artes, ya que por su extraordinaria labor creativa fue un visionario de los valores que conforman el arte de nuestro tiempo. Su idea era que la arquitectura, la escultura, la pintura y la danza deberían ser, en su concepción, una sola unidad”, dijo Xavier Guzmán.
Con este tipo de encuentros, agregó, deseamos que las aportaciones de Goeritz “nutran y vinculen a las nuevas generaciones con su quehacer, que encuentren inspiración en sus principios estéticos y el estímulo necesario para revalorar las cualidades de su obra, y que logren traducir, entusiasmados con su arquitectura emocional, los conceptos de Goeritz para incluirlos en sus propios proyectos, obras y sueños futuros”.
Posteriormente, la investigadora Lily Kassner, quien se ha especializado en la obra de Mathias Goeritz, hizo un recorrido por la trayectoria y las aportaciones del arquitecto y artista plástico alemán que llegó a México en 1949.
Reconoció que no todos conocen la importante obra de Mathias Goeritz en México, por lo que distinguió tres renglones: las obras que hizo para él (como las Torres de Temixco y la casa de Cuernavaca), las que realizó para otros (el Museo El Eco y el Laberinto de Jerusalén) y la participación que le pidieron otros arquitectos y artistas para hacer diseños dentro su obra.
En especial se refirió al Museo El Eco, que los arquitectos Felipe Leal y Víctor Jiménez restauraron y recuperaron para la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en 2005. La obra emblemática de Goeritz fue construida en 1953 bajo su manifiesto de arquitectura emocional, recordó Kassner, quien señaló que al poco tiempo el recinto perdió su perfil y transitó por varios usos.
En sus orígenes, aseveró, Goeritz quería que El Eco tuviera ese sentido totalizador de las artes y por eso lo ideó para presentar pintura, escultura, música, danza y todo para cumplir con su filosofía del arte multidisciplinario como una unidad. Dijo que en El Eco está “el eco” de la película de El gabinete del doctor Caligari, película silente de 1920 dirigida por Robert Wiene, y considerada la primera cinta expresionista del cine experimental alemán y de la historia.
Por su parte, el arquitecto Felipe Leal recordó a Mathias Goeritz en su vínculo arquitectónico y escultórico con la Ciudad de México y, en especial, se refirió, también, al Museo El Eco.
“Hace 25 años Mathias Goeritz dejó de existir físicamente, pero su obra y legado permanecen como referentes urbanos; fue un errante creativo que absorbió profundamente lo que sucedía a su alrededor”.
El arquitecto alemán llegó a México en 1949, “fecha clave para entender su actuar, el cual no podía estar ajeno a las consecuencias de la posguerra. Basó parte de su pensamiento en sus preocupaciones sobre el espíritu del arte”, apunto Felipe Leal.
“Él estaba convencido de que la salvación de la humanidad y su espíritu se haría a través de las obras artísticas y que la reconstrucción del ser humano se lograría al reivindicar los valores estéticos”. Esta sería una de las grandes aportaciones de su época y era un gran convencido de ello. “Sus ideas no fueron bien recibidas por los muralistas mexicanos, quienes apostaban más por el realismo y el nacionalismo”.
Quizá por eso –indicó– se enfocó entonces más a la arquitectura y a la escultura urbana como plataforma para su creación, y es ahí, ante todo, además de otras obras de distintos formatos, donde su trabajo cobró mayor dimensión.
Eso le otorgó mayor presencia en la ciudad a lo largo de 40 años, desde 1949 hasta su muerte. Su obra se encuentra en el Pedregal, en la colonia San Rafael, en Satélite, en el Centro Histórico y en varias ciudades del país, señaló.
En lo referente a la restauración del Museo El Eco, recordó que fue una tarea que complementó los rescates que se hicieron de la casa de Luis Barragán y las casas funcionalistas de Juan O’Gorman.
Por ello, concluyó Felipe Leal, “a 25 años de su partida y en el centenario de su nacimiento, el espíritu de Mathias Goeritz se mantiene vivo en nuestra ciudad”.
Al acto asistieron también Daniel Goeritz, de la familia del artista homenajeado, y Magdalena Zavala, coordinadora nacional de Artes Visuales del INBA.
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