- El INBA y colegas rindieron un homenaje al arquitecto fallecido en marzo pasado
- Ocho destacados arquitectos desvelaron su “pasión” por la vida y la arquitectura
- En su vida y obra se reflejan compromiso, oficio, talento y pasión, coincidieron
A poco menos de dos meses de su fallecimiento (ocurrido el 19 de marzo pasado), el arquitecto mexicano Carlos Mijares Bracho (1930-2015) fue recordado por su obra, su trayectoria y sus aportaciones al paisaje mexicano, pero también por su lado humano e intelectual: su dominio de la palabra, enseñanzas, su gusto por la comida, su humildad y, principalmente, por su pasión por la vida.
Todo ello se reveló en el homenaje que el Instituto Nacional de Bellas Artes le rindió el lunes por la noche en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes. Para ello, la institución convocó a amigos, colegas, estudiantes, familiares y público en general, quienes se reunieron en la charla Mesa entre amigos.
La sesión inició con un video en el que colegas y familiares externaron su sentir por el arquitecto Mijares Bracho, creador de una amplia obra arquitectónica en los campos industrial, religioso y residencial. Ahí, su hija María Mijares lo calificó como “un hombre de un tamaño infinito, con un gran gozo por vivir y disfrutar absolutamente de todo”.
Y haciendo honor al título de la charla (Mesa entre amigos), ésta reunió a una larga lista de amistades y colegas quienes entre anécdotas hicieron un amplio recorrido por su vida y obra, con la moderación del arquitecto Felipe Leal.
Louise Noelle recordó la etapa temprana de Mijares Bracho, principalmente su obra en la arquitectura industrial, en la que –dijo— buscó siempre la funcionalidad con comodidad. "Ahí se refleja compromiso, oficio y talento”.
El restaurador Jaime Ortiz Lajous, amigo cercano del homenajeado, lo calificó como “príncipe de la arquitectura mexicana” y contó acerca de “los valiosos consejos que me dio”: comprar en Buenos Aires el libro La divina proporción, de Luca Pacioli, y en Europa un compás de proporciones áureas, los cuales “son tesoros que me cambiaron la vida”.
Juan Giral contó: un día un trabajador de la construcción vendió tacos los fines de semana para ayudar a que se terminara una obra de Mijares Bracho a la que le faltaban recursos; y en una ocasión se le pidió al arquitecto dar una conferencia, lo cual hizo estando completamente ciego y nadie se dio cuenta de ello. “Eso habla de la manera en que él enfrentaba la vida”, destacó.
En su momento Aurelio Nuño comentó que conoció a Mijares Bracho en una marcha del Movimiento del 68: él iba con su saco y su portafolio de piel y “nos parecía raro ver a ese personaje marchando en la calle”. Fue él quien –agregó— le enseñó a sus alumnos a ser humildes y originales, y a respetar y valorar el trabajo hecho por sus antecesores.
Isaac Broid sostuvo por su parte que pocos profesores se convierten en auténticos maestros y Mijares Bracho, para él, es uno de ellos, ya que en lugar de enseñar el arquitecto “enriquecía” espiritualmente a sus pupilos. “Mijares no envejeció nunca, era un hombre de muchas pasiones: la arquitectura, las letras, la música, la comida, los toros y su familia”.
Carlos González Lobo lo calificó como “mi maestro” y entre risas y bromas comentó que Mijares Bracho inventó un método didáctico: era marrullero e insidioso para lograr la eficiencia en su trabajo y para sus alumnos, una lección. “Fue Mijares Bracho una vida espléndida”.
Finalmente, el arquitecto yucateco Javier Muñoz destacó el sentido del humor de Mijares Bracho, su pasión por la comida y su dominio de la palabra a la hora esperada de la conversación. “Es de las personas que siempre se quedarán en el corazón”, dijo, mientras que el colombiano Carlos Morales expresó que Mijares Bracho es “un homenaje andando al buen hablar, a la enseñanza, al buen comer, al buen vivir. Todo está dado en él”.
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