- Cerca de dos centenares de personas trabajan en la preparación de este nuevo montaje, 100% original
- Ballina, Rojas, Zapatero, Vazquez, Jiménez unen su talento, para crear el ambiente de siglo XVI español
- Sitz probe, primer ensayo entre elenco y la orquesta, abierto por única ocasión a medios de comunicación
Con
la precisión de la más fina pieza de relojería, así se construye hoy el montaje
de El
hombre de La Mancha: cuidando cada detalle, con una exactitud
milimétrica, pero sobre todo, con el corazón en la mano.
Cual
si fuera un circo de múltiples pistas, así es el ambiente predominante hoy en
el Teatro de los Insurgentes, donde la cuenta regresiva no se detiene, y
diversos equipos laboran de tiempo completo para ultimar detalles rumbo al gran
estreno de este musical, a efectuarse el miércoles 28 de septiembre.
Tablones,
fierros, telas, lámparas, pintura, bocinas, pieles, micrófonos, instrumentos
musicales, espejos, pelucas, maquillajes… todo se entremezcla para ir dando
vida a este clásico del teatro musical en una propuesta enteramente original y
novedosa.
Para
convertir el escenario del teatro de los Insurgentes en la cárcel en la que
sucede la acción de esta historia, ubicada en la España del siglo XVI, cada uno
de los artistas que conforman nuestro equipo creativo ha realizado un largo
trabajo de investigación, planeación, diseño y ejecución, que podrá ser
apreciado dentro de escasas semanas.
Cerca
de 200 personas han trabajado a lo largo de seis meses para construir este
mundo cervantino, bajo la producción de Morris Gilbert y la dirección escénica
de Mauricio García Lozano.
El
diseño escenográfico es de Jorge Ballina, sin duda uno de los mexicanos más
destacados en este rubro, quien con su inigualable talento ha creado un espacio
que si bien se inspira en la cárcel Real de Sevilla, donde Cervantes fue recluido
por la Inquisición a finales del siglo XVI, busca reproducir al mismo tiempo los
“corrales” españoles, que eran los teatros donde se representaban las obras de
teatro del Siglo de oro.
La
escenografía base es una cárcel-corral (una cárcel-teatro) inspirada en este
tipo de arquitectura. Contrastando con la crudeza y el realismo de la prisión,
la escenografía de la representación (los campos con molinos de La Mancha, las
habitaciones y patios de la venta, la iglesia y la casa de la familia Quijano)
son solamente sugeridos construyéndose frente al espectador con tablas, palos y
trapos que hay en la cárcel.
El
público y los presos usan su imaginación para completar los lugares donde se
desarrolla la historia. Esta puesta en escena es un homenaje al teatro en una
historia en la que el poder del arte y la ficción enfrenta al espectador con la
realidad adversa y lo obliga a verla con otros ojos. La imaginación, la ilusión
y la fantasía son más poderosas que la realidad.
Con
esta escenografía (que contó con el trabajo de 30 personas, entre
constructores, pintores y técnicos) se realizan 10 cambios integrales
(movimientos de puentes y ventanas), pero el mayor número de transformaciones
(aproximadamente medio centenar) la realizan los actores a vista del público.
El
vestuario es el segundo gran elemento para crear el ambiente que requiere esta
puesta en escena. La responsable de esta área es Violeta Rojas, quien tuvo como
referencias para la creación de sus diseños, la pintura de grandes maestros de
la época como Francisco de Goya y Lucientes, Murillo, El Greco, y Jose de Ribera.
Realización
de vestuario, zapatería, peluquería, armería, pintura y texturización contaron
con el trabajo de 75 personas, que transformaron en 286 piezas de vestuario y
38 pares de zapatos y botas, algodones de diferentes texturas, lana, sedas,
redes, pieles, gamuzas e ixtles, para dar un gran total de 86 cambios.
Se
une al vestuario, el cuidadoso maquillaje de Bernardo Vazquez, quien ha
trabajado para plasmar en cada diseño de imagen una pintura al óleo, con
matices, texturas e iluminación. “Algo que nos trasportará al Renacimiento”.
No
solamente los personajes principales tienen un diseño característico, el objetivo
no es sólo fundir el maquillaje con el vestuario y el espacio. Este maquillaje
en específico, por medio de matices, difuminados y profundidades, trata de
dotar a cada personaje de carácter y una vida que contar. Cada uno mostrará una
historia, aunque ésta no sea contada explícitamente.
El cuidado y el detalle
de escenografía, vestuario y maquillaje resaltan gracias a la iluminación
diseñada por Víctor Zapatero, en la que prevalece una amplia gama de tonos
sepias, que busca dar una sensación de tiempos remotos, mediante el manejo de
luz cálida y de aspecto natural.
La
acción, como ya se dijo, sucede dentro de un calabozo oscuro, iluminado
solamente por la luz de las linternas. Cabe destacar que son los propios
actores quienes manipulan estas linternas, cada una con una vela adentro; y de
acuerdo a su ubicación para cada escena se van generando los espacios e
intensidades de iluminación deseados.
Al
inicio de la obra hay una sensación de oscuridad y penumbra para acentuar el
triste encierro de los personajes que habitan este lugar. Sin embargo, la
intensidad de la luz va creciendo conforme don Quijote, a través de la
imaginación, va inyectando vida y esperanza al calabozo.
Zapatero
contó con el respaldo de seis personas para “dar a luz” sus propuestas, que se
concretaron gracias al uso de 190 reflectores de luz incandescentes y 22
aparatos de luz robótica, para crear las 90 escenas lumínicas que suceden en
cada función.
Un
musical exige un audio perfecto, y al frente del diseño de mismo está Miguel Jiménez,
quien ha cuidado que cada palabra, cada nota musical, cada sonido llegue nítida
y claramente a todos los espectadores.
Más
de 60 bocinas y 40 micrófonos se usarán para el lucimiento de esta puesta en
escena en la que participarán un centenar de personas en cada función, entre
ellos 16 músicos, al frente de los cuales está el maestro César Velázquez,
quien trabaja bajo la supervisión musical del maestro Isaac Saúl, y a quienes
podremos disfrutar hoy, gracias a la invitación para ser parte del sitz probe
de este montaje, que es el momento en que por primera vez el elenco se une a la
orquesta para cantar por única ocasión toda la obra en una especie de concierto
en atril.
Tina
Galindo, Claudio Carrera y OCESA presentan la producción de Morris Gilbert, El
hombre de La Mancha, que ya se encuentra en su cuenta regresiva final y que podrá
ser admirada a partir del miércoles 28 de septiembre en el Teatro de los
Insurgentes.
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