- El Olmedo recuerda a la pintora y grabadora de origen ruso, a 141 años de su natalicio
Nacida bajo el nombre Angelina Petrovna Belova, en su labor como artista pasó a la posteridad como Angelina Beloff. Sus obras están impregnadas de una profunda agudeza y sentido de la observación. Sin embargo, su biografía está ligada a la de Diego Rivera, ya que mantuvo una relación con el muralista por cerca de diez años (1911-1921).
Angelina Beloff nació el 23 de junio de 1879 en San Petersburgo, Rusia. Su padre nunca alentó su inclinación artística, porque deseaba que se dedicara a la medicina. No obstante, inició sus estudios de pintura en una academia nocturna, a la par que tomaba clases de matemáticas y ciencias biológicas.
En 1904, ingresó a la Academia Imperial de las Artes de San Petersburgo y obtuvo un diploma que le confirió el derecho de impartir clases de dibujo. En 1909, decidió ahondar en sus estudios artísticos y viajó a París, Francia.
En la “Ciudad Luz” permaneció unos meses en la Academia de Henri Matisse, pero el estilo que se impartía no concordaba con sus ideales artísticos, lo que la llevó a tomar lecciones con el pintor español Anglada Camarasa; paralelamente, aprendió grabado en metal y en madera.
Acompañada de la también pintora María Blanchard, partió a Bélgica, en donde conoció a Diego Rivera, siete años menor que ella. Sobre su relación, en la autobiografía Mi arte, mi vida, el muralista mexicano expresó: “De nadie he recibido más y a nadie he pagado peor que a Angelina.” Incluso, de esta unión nació Diego Miguel Ángel Rivera Beloff, quien falleció con 14 meses de edad.
El desarrollo personal y artístico de ambos se entretejió en Europa. En 1912, Angelina comenzó a exhibir su obra regularmente en el Salón de los Independientes y en el Salón de Otoño. Sus aportaciones incluían grabados y pinturas. Al igual que las creaciones de Rivera de esos años, la influencia de Cézanne es notable en sus producciones.
Más allá de la relación sentimental de Angelina Beloff con Diego Rivera, ella siempre se mantuvo activa con la pintura y el grabado, tanto en madera como en metal. Es así que, la biblioteca de Arte y Arqueología de París y el Museo de Le Havre adquirieron series de sus grabados. Además, participó en exposiciones colectivas e individuales en la Galería Nouvel Essor, La Dauphine, la Sociedad de Grabado Artístico y el Salón de los Independientes.
En 1921 termina su relación con Diego Rivera, quien había vuelto a México llamado por José Vasconcelos para trabajar en el movimiento que se estaba gestando: el muralismo.
A partir de esto, trabaja como restauradora durante siete años, y por las tardes, pinta y graba. En esta época varios editores le hacen el encargo de ilustrar libros de autores franceses como André Maurois, una edición completa de Moliére, la edición del tricentenario de los cuentos de Perrault, entre otros.
En 1932, recibió una invitación para venir a México, país donde radicó hasta su muerte, acaecida en 1969. Durante el tiempo que vivió en el país, siguió trabajando como docente, además de continuar dibujando e ilustrando. Empezó un proyecto educativo con el teatro guiñol, tema sobre el que publicó un libro en 1939 y que la llevó a trabajar en la Sección de Teatro del Departamento de Bellas Artes.
Nunca abandonó la pintura, por ello, en 1967, el Instituto Nacional de Bellas Artes le dedicó una exposición-homenaje, en la cual se presentaron 200 obras suyas. Falleció el 30 de diciembre de 1969 en la Ciudad de México.
El Olmedo preserva una parte del legado de Angelina Beloff, resguardando 49 de sus obras, en diversas técnicas como dibujo, grabado en madera, óleo, litografía y acuarela. Asimismo, su imagen perdura en los retratos que le realizó Diego Rivera, entre los que destaca el de 1918 que la presenta con una figura serena y etérea, haciendo una referencia a la Maja Vestida, de Goya.
Entre las ilustraciones para libros que realizó, y que El Olmedo alberga, se encuentran las de los cuentos El soldadito de plomo, Los cisnes salvajes, ambos de Hans Christian Andersen; Encender una hoguera, de Jack London; y Ariane, joven rusa, de Claude Anet. Además de otro tipo de grabados como Maternidad, pieza que realizó después del fallecimiento del hijo que tuvo con Diego Rivera.
Angelina Beloff nació el 23 de junio de 1879 en San Petersburgo, Rusia. Su padre nunca alentó su inclinación artística, porque deseaba que se dedicara a la medicina. No obstante, inició sus estudios de pintura en una academia nocturna, a la par que tomaba clases de matemáticas y ciencias biológicas.
En 1904, ingresó a la Academia Imperial de las Artes de San Petersburgo y obtuvo un diploma que le confirió el derecho de impartir clases de dibujo. En 1909, decidió ahondar en sus estudios artísticos y viajó a París, Francia.
En la “Ciudad Luz” permaneció unos meses en la Academia de Henri Matisse, pero el estilo que se impartía no concordaba con sus ideales artísticos, lo que la llevó a tomar lecciones con el pintor español Anglada Camarasa; paralelamente, aprendió grabado en metal y en madera.
Acompañada de la también pintora María Blanchard, partió a Bélgica, en donde conoció a Diego Rivera, siete años menor que ella. Sobre su relación, en la autobiografía Mi arte, mi vida, el muralista mexicano expresó: “De nadie he recibido más y a nadie he pagado peor que a Angelina.” Incluso, de esta unión nació Diego Miguel Ángel Rivera Beloff, quien falleció con 14 meses de edad.
El desarrollo personal y artístico de ambos se entretejió en Europa. En 1912, Angelina comenzó a exhibir su obra regularmente en el Salón de los Independientes y en el Salón de Otoño. Sus aportaciones incluían grabados y pinturas. Al igual que las creaciones de Rivera de esos años, la influencia de Cézanne es notable en sus producciones.
Más allá de la relación sentimental de Angelina Beloff con Diego Rivera, ella siempre se mantuvo activa con la pintura y el grabado, tanto en madera como en metal. Es así que, la biblioteca de Arte y Arqueología de París y el Museo de Le Havre adquirieron series de sus grabados. Además, participó en exposiciones colectivas e individuales en la Galería Nouvel Essor, La Dauphine, la Sociedad de Grabado Artístico y el Salón de los Independientes.
En 1921 termina su relación con Diego Rivera, quien había vuelto a México llamado por José Vasconcelos para trabajar en el movimiento que se estaba gestando: el muralismo.
A partir de esto, trabaja como restauradora durante siete años, y por las tardes, pinta y graba. En esta época varios editores le hacen el encargo de ilustrar libros de autores franceses como André Maurois, una edición completa de Moliére, la edición del tricentenario de los cuentos de Perrault, entre otros.
En 1932, recibió una invitación para venir a México, país donde radicó hasta su muerte, acaecida en 1969. Durante el tiempo que vivió en el país, siguió trabajando como docente, además de continuar dibujando e ilustrando. Empezó un proyecto educativo con el teatro guiñol, tema sobre el que publicó un libro en 1939 y que la llevó a trabajar en la Sección de Teatro del Departamento de Bellas Artes.
Nunca abandonó la pintura, por ello, en 1967, el Instituto Nacional de Bellas Artes le dedicó una exposición-homenaje, en la cual se presentaron 200 obras suyas. Falleció el 30 de diciembre de 1969 en la Ciudad de México.
El Olmedo preserva una parte del legado de Angelina Beloff, resguardando 49 de sus obras, en diversas técnicas como dibujo, grabado en madera, óleo, litografía y acuarela. Asimismo, su imagen perdura en los retratos que le realizó Diego Rivera, entre los que destaca el de 1918 que la presenta con una figura serena y etérea, haciendo una referencia a la Maja Vestida, de Goya.
Entre las ilustraciones para libros que realizó, y que El Olmedo alberga, se encuentran las de los cuentos El soldadito de plomo, Los cisnes salvajes, ambos de Hans Christian Andersen; Encender una hoguera, de Jack London; y Ariane, joven rusa, de Claude Anet. Además de otro tipo de grabados como Maternidad, pieza que realizó después del fallecimiento del hijo que tuvo con Diego Rivera.