- Luis Barragán y Mathias Goeritz, los dos padres: Fernando González Gortázar
Una revolución mundial en el ámbito de la arquitectura y la escultura fueron las Torres de Satélite, inauguradas en 1958. Durante algunos años estuvo a discusión si eran obra de Mathias Goeritz o de Luis Barragán. Ahora, en el libro que Fernando González Gortázar dio a conocer,Las Torres de Ciudad Satélite, con prólogo de Federica Zanco, el arquitecto y escultor asienta su postura basada en una investigación.
El volumen fue presentado el 21 de febrero en el auditorio del Museo Tamayo Arte Contemporáneo. En el acto, Miquel Adriá, director editorial de Arquine y responsable de la publicación, comentó que la idea de hacer el libro surgió a raíz de una plática que dictó González Gortázar en la Casa Luis Barragán, con motivo de su 50 aniversario. Al proyecto se sumó Federica Zanco, quien se dijo “artesana de la investigación de arquitectura”.
Durante su intervención, Daniel Garza Usabiaga, especialista en historia del arte, señaló que las “impresionantes” Torres parecen una cuña si se les observa de la Ciudad de México hacia el norte. “Esa era una característica de algunos trabajos de Goeritz. Pero si la vista es viniendo de Querétaro hacia el Distrito Federal, semejan una estructura monolítica, particularidad de Barragán, por lo que son dos perspectivas que demuestran que los autores están apoyados uno en la espalda del otro”.
Federica Zanco se remontó a la amistad de Barragán y Goeritz, cuando el escultor de origen alemán llegó al país en 1949, contratado como maestro para la Escuela de Arquitectura de Guadalajara. “A partir de entonces trabajaron juntos en algunos proyectos”.
Zanco refirió que la obra fue encargada a Luis Barragán por Mario Pani, y señaló que Goeritz aportó el sentido escultórico, mientras que Barragán era experto en arquitectura urbana. Ambos son “tejedores de obra. Las Torres son un monumento de unidad creativa que no tenía igual en el mundo en ese momento; son el nacimiento de la escultura monumental urbana, y un monumento a la amistad, al intercambio de ideas. Son cinco flechas en el corazón del país”, consideró la investigadora.
El cierre de la presentación corrió a cargo del arquitecto González Gortázar, quien rememoró que en el México de los años cincuenta había una pléyade de personajes que producían y reflexionaban acerca de lo mexicano. “Es cuando se empezó a valorar lo que durante años estuvo oculto por preferir lo europeo”.
Habló de la amistad que sostuvieron Barragán, Goeritz y Chucho Reyes, también colaborador de las Torres de Satélite. “Incluso hay una carta escrita por el escultor alemán, seis meses antes de morir, en la que señala que los tres eran grandes amigos; Barragán, el jefe, y ellos, los aportadores de ideas.
“Sin embargo, Mathias Goeritz en algún momento llegó a negar cualquier injerencia de Barragán en el proyecto de las Torres, reduciendo al arquitecto mexicano a simple intermediario entre los clientes y él, por lo que Barragán reclamó el reconocimiento de la autoría compartida”.
Para González Gortázar no existe la menor duda de que se trata de un trabajo con dos “padres”; el producto de un autor con “dos cabezas”: ni Goeritz ni Barragán las hicieron solos.
“La obra seguirá siendo de Luis y Mathias. Poco a poco se ha diluido la polémica. Es un orgullo tener entre nosotros una obra que fue una revolución mundial. En su momento no había nada igual en el mundo. Significó un enfoque inédito y genial para el arte urbano en el planeta”, finalizó González Gortázar.
Las Torres de Ciudad Satélite es un volumen con un vasto material gráfico que nos transporta en el tiempo y expone el valor cultural y social de esa obra que se convirtió en la escultura urbana que representó el epicentro artístico de la década de los sesenta.
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