- Exhibe el Museo de Arte Moderno la escultura El carnicero (1956)
- Pieza representativa de las técnicas y las preocupaciones del artista
El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) recuerda al escultor de origen alemán Mathias Goeritz en el centenario de su nacimiento. Por ello, en El Gabinete del Museo de Arte Moderno (MAM) se exhibe desde el pasado 31 de enero una de las obras más emblemáticas de su producción: El carnicero.
La pieza, de 75.2 x 54.5 x 31.1 centímetros, es presentada por cortesía de la Galería Arvil. Fue realizada en madera en 1956, y representa un momento paradigmático de la transición del expresionismo al minimalismo del creador mexicano.
Mathias Goeritz estudió en la Escuela de Artes y Oficios de Berlín, y obtuvo un doctorado en filosofía e historia. En 1949 llegó a México para incorporarse como docente en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Guadalajara. Tres años después se asentó en la capital del país.
Es autor del Museo Experimental El Eco (1953), considerado una de las obras arquitectónicas más representativas del artista y de la historia del arte moderno nacional. Ahí surgió un año después su Manifiesto de arquitectura emocional, término utilizado para definir el espacio dedicado a la experiencia emotiva en El Eco. En 1957, junto con Luis Barragán y Jesús Reyes Ferreira, realizó las Torres de Satélite.
Natalia de la Rosa y Octavio Avendaño, investigadores del MAM, señalan que El carnicero forma parte de una serie de esculturas de Goeritz durante una etapa en la que estudiaba diversas técnicas y prácticas de producción, al tiempo que dialogaba con movimientos artísticos que nacían en otras latitudes.
El carnicero surgió propiamente –señalan los investigadores– de un ejercicio gráfico cuyo propósito fue estudiar la figura humana asimilada como una unidad esencial.
Realizada inmediatamente después de la declaratoria del Manifiesto de arquitectura emocional, El carnicero se unió al proyecto de El Eco al actualizar formas artísticas del pasado, establecerse desde un concepto espiritual del arte y vincularse a la escultura monumental.
Jennifer Josten, investigadora de la University of Pittsburgh que se ha especializado en la obra de Goeritz, afirma en la presentación de la pieza que El carnicero es una obra “transicional” en la producción de su autor.
“A primera vista es difícil ver una correlación clara entre esta tosca y violenta figura y las obras no-objetivas por las que Goeritz es mejor conocido, como las monumentales Torres de Satélite, producidas en 1957.
“Sin embargo, El carnicero exhibe las características que definieron su obra durante su carrera: compromiso con el arte abstracto basado no en geometrías inventadas y racionales, sino en los aspectos emocionales e incluso irracionales de la condición humana; su relación con artistas contemporáneos y con hábiles practicantes de oficios antiguos en México, y su preocupación por las transformaciones del medio y la escala a partir de la producción de objetos artísticos”.
La relación entre El carnicero y los trabajos posteriores de Goeritz, refiere Josten, se hace evidente en el texto para un catálogo de 1956 en el que el artista mismo destacó su preocupación por temas humanísticos, así como por los experimentos con la escala:
“El ser humano es para mí la unidad esencial. Ha sido posible dividir el átomo, pero no al hombre. Algunas veces he intentado entenderlo como un compuesto de muchas piezas. Sin embargo, vuelvo a sentirlo como un bloque. Me gustaría tener mis bloques de pie, enormes, como edificios en un paisaje desierto, de tal manera que la gente pueda verlos desde muy lejos”.
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