- Artista puertorriqueña, naturalizada mexicana. Sus obras se centran en el tema de la naturaleza, intersectado con la huella de lo humano sobre el planeta, de cuyo vínculo han derivado obras con comentarios de orden ecológico, económico, social y ético
- Sus actividades en las artes abarcan la gestión cultural, actividades educativas, de curaduría y museografía de exposiciones. Ha presentado su obra en América, Europa, África y Asia
- El MAP presenta CERTEZAS / INCERTIDUMBRES del 26 de mayo al 8 de agosto de 2021, en la Galería del recinto
En la obra de Jeannette Betancourt se manifiesta una doble y acuciosa sensibilidad, tanto para las formas como para los problemas que aquejan a nuestra sociedad. Con una sólida formación como escultora, no le basta entregarse al juego sensible de las formas, sino que le es necesario imbricar e implicar su práctica con el momento histórico, pero sin perder de vista que toda reflexión o compromiso debe hacerse a través de la conformación material de la obra. Las imágenes no convencen, seducen; y si algo caracteriza a la obra de la artista es que las imágenes no son accesorias sino indispensables para la reflexión que pretende suscitar. Tenemos, pues, una obra que se mueve en dos registros complementarios sin coartar ni sacrificar alguno.
A primera vista, la obra de Jeannette pareciera apelar a una mera delectación estética, pero ello queda desmentido al leer los títulos de sus piezas, que sirven como agente detonante de lecturas no previstas, demandando del espectador una actitud distinta. Al quebrarse las expectativas meramente formales, las piezas nos arrojan a un espacio incierto donde para no ser engañados hay que estar muy alerta; actitud que, parece indicar Jeannette, habría de hacerse extensiva a la vida cotidiana donde los engaños se multiplican en la agenda de corporaciones, políticos y medios que manipulan nuestras mentes y deseos. Pero el título es sólo un indicador inicial, pues la conformación material de las piezas también está llena de trucos y trampas donde nada es lo que parece.
Lo natural y lo humano se encuentran en su obra en constante contraposición y conflicto. El acto, aparentemente simple y muy usual en la práctica artística, de dotar de una organización a elementos naturales tiene en este contexto una dimensión metafórica: hablar de las huellas que el quehacer humano ha dejado en la Tierra, preocupación que está presente en toda su obra. El mero acto artístico de conformación de un objeto se vuelve problemático porque también es parte de una cultura que ha hecho de la explotación y devastación su carta de presentación. Es una y la misma cultura la que creó esa entelequia de las formas bellas y aquella que colonizó y oprimió a otras culturas a lo largo y ancho del planeta; y esta dolorosa toma de conciencia permea toda la obra, haciendo de ella un modo -a veces desesperado- de enunciar que la separación y distanciamiento del resto de los seres y las cosas en ese acto aparentemente heroico y fundacional de nuestra cultura de asumirse como sujeto libre y autodeterminado, ávido de conocimiento -cogito ergo… boom!
La pertenencia a una cultura dota a los individuos de un ámbito de certeza para organizar la vida social. Lejos del proceso integrador de las cosmovisiones en las culturas originarias de América, La cultura eurocéntrica occidental y su arrojo voluntarista substituyeron los sistemas de creencias por el establecimiento de principios racionales para la organización de la vida. Eso que llamamos Occidente carga consigo, pues, un desarraigo primigenio, fatal, que permanentemente mina la construcción de un mundo.
La obra de Jeannette se inscribe en la tendencia del arte contemporáneo de abrir preguntas incómodas o señalar realidades desagradables, pero mientras la mayoría de los artistas se focaliza en la visibilización de los marginados, ella logra una crítica más amplia al apuntar al meollo ideológico o al paradigma estructurante que soterradamente constituye la causa primordial de todos los problemas sociales.
Ante un panorama desolador y en una cultura que ha minado todos y cada uno de los asideros, no queda sino multiplicar la incertidumbre a través de la crítica, con la esperanza de que en el proceso lográsemos construir otro orden social. En el mundo de la posverdad, semejante empresa se antoja difícil o francamente suicida, pero cuando fracasa la argumentación, cuando la lógica se torna turbia, aún queda otra manera de proceder: a través de la concreción y especificidad de las imágenes cuyo poder de comunicación y convencimiento no pasa por los canales instrumentales acostumbrados. A ese mirar inteligente, no focalizado ni unidireccional sino empático y resonante, está usted, estimado lector/espectador, invitado. Y no sólo para apreciar las obras que conforman esta exposición, sino para hacerlo extensivo donde más hace falta: allá afuera.
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